La vida de lujos y violencia tras la mafia del libro pirata
En marzo del año pasado la PDI realizó la mayor incautación de libros pirateados de la historia del país: 193.000 ejemplares fueron decomisados a los hermanos Vásquez Ríos, comerciantes establecidos en calle San Diego, a una cuadra de La Moneda. Detrás del hecho se esconde una historia de imprentas clandestinas, cargos directivos en gremios del libro y reiterados hechos de violencia inusuales en el mundo de las letras. Esta es la tercera y última entrega de "Chile falsificado: el auge del mercado pirata".
¿Qué pasó?
Era la mañana del 12 de julio de 2014 cuando Mauricio Vásquez Ríos, en ese entonces de 23 años, iba manejando un automóvil por calle Salesianos casi al llegar a Av. Santa Rosa, en la comuna de San Miguel. Todo iba en orden hasta que, en un control, Carabineros encontró un pequeño frasco de vidrio con marihuana al interior de su auto.
Los funcionarios siguieron el procedimiento, revisando a fondo el maletero del vehículo. Curiosamente, no encontraron más droga, pero sí dos cajas de cartón que en su interior contenían 50 copias del libro La Asombrosa Historia del Espejo Roto, de la escritora chilena Francisca Solar, texto infantil que narra la historia de un duende que usa el engaño y la mentira para poder casarse con la hija del rey duende.
Justo en ese momento, desde un portón metálico de la misma cuadra salió un hombre al que Mauricio Vásquez identificó como quien le había vendido los libros. Esto encendió una alarma en los policías, quienes decidieron entrar a lo que era un galpón, encontrando 850 libros pirateados de distintos títulos, 18.614 tapas de libros, una guillotina y cuatro impresoras. Se trataba de una imprenta clandestina en la que se habían fabricado los libros que estaban en el auto de Vásquez.
“En dicha imprenta realizo trabajos a pedido, los cuales consisten en la copia de libros originales de diferentes autores a don Mauricio Vásquez Ríos (…) El trato consistía en que yo colocaba la mano de obra y Vásquez Ríos colocaba todo el material, entre los cuales estaban el papel, las tapas de los libros, los ejemplares originales que quería copiar, tintas, cartón y planchas offset”, relató a la policía Óscar Grandón, el encargado de la imprenta.
Vásquez también confesó y dio detalles de cómo operaba el negocio. “Desde hace dos meses me dedico a la comercialización de libros piratas en el local comercial de mi padre, sin que él lo supiera. El local se ubica en calle San Diego, frente al número 27″. Además, dijo que por cada libro pagaba “un valor que fluctúa entre los $ 800 a $ 1.200 por ejemplar, eso depende del grosor del libro”.
El hecho, que le significó a Mauricio Vásquez portar una tobillera electrónica durante 61 días para cumplir con una pena de reclusión domiciliaria nocturna, se convertiría en el germen de una historia que se aleja de los estereotipos de la literatura y el mundo intelectual. Una historia de dos hermanos en la que se entremezclan la violencia, los autos de lujo y la incautación de más de 190 mil textos pirateados en marzo del año pasado, la mayor cantidad decomisada en la historia del país y un reflejo de cómo funciona la industria de los libros falsificados en Chile.
La imprenta escondida en una bodega
“Vale $ 8 mil. Es caro ese libro, el original cuesta como 30 lucas”, responde la vendedora de uno de los quioscos de libros de calle San Diego, en la comuna de Santiago, cuando le preguntan por el valor de Hábitos Atómicos, un bestseller escrito por el norteamericano James Clear. En la pequeña cuadra que va desde la Alameda hasta Alonso de Ovalle, donde conviven cerca de 20 librerías, pareciera que rigen otras leyes.
“¿Pero está bueno? Porque antes he comprado y las páginas vienen medio borrosas”, le pregunta un hombre a la vendedora. “Véalo, si quiere se lo abro”, le responde la mujer, al tiempo que rompe el plástico transparente que envuelve ese y las decenas de títulos falsificados que se ofrecen al público. Entre ellos abundan novelas juveniles, textos de autoayuda y guías para superar todo tipo de enfermedades y males.
Al centro de la cuadra, los locales 23 y 27 buscan llamar la atención de los clientes. “Libros a $ 3 mil, 100% originales”, se lee en carteles rojos sobre unos mesones en la entrada de “Megalibros” y “Ríos de Chile”, tiendas contiguas que pertenecen a Manuel Vásquez Ríos (39), hermano mayor de Mauricio (33), el hombre que en 2014 confesó que se dedicaba a la venta de textos pirateados.
Sobre los mesones se ofrecen novelas de Roberto Ampuero, cuentos de Horacio Quiroga y biografías de Rubén Darío. Todos parecen ser libros originales, que según los vendedores se consiguen como saldos que son rematados por las editoriales. “No son vendedores de libros, son vendedores de descuentos”, reclama un antiguo librero del sector contra los Vásquez.
Pero el panorama no era el mismo hasta antes del 22 de marzo de 2022. “Una denuncia anónima nos indicó que en algunos locales comerciales de la calle San Diego se estarían ofreciendo al público libros falsificados mezclados con libros originales”, relata el subprefecto Cristián Ramírez, jefe de la Brigada Investigadora de Delitos de Propiedad Intelectual (Bridepi) de la PDI.
Los policías lograron dar con los propietarios de los locales y “con las vigilancias pudimos ver de dónde extraían los libros que generalmente eran distribuidos a los mismos locales de San Diego”, asegura Ramírez. Por ello, la Bridepi allanó de manera simultánea cinco lugares vinculados a los hermanos Vásquez Ríos.
Entre ellos estaban “Megalibros” y “Ríos de Chile”. En este último encontraron 1.177 libros pirateados y, según antecedentes de la investigación a los que tuvo acceso La Tercera, Manuel Vásquez Ríos “reconoció expresamente que se trataba de libros falsificados”, por lo que fue detenido.
Una cuadra más al sur, en una galería de calle San Diego 199, los efectivos también entraron al local 6, llamado “Magno Libros”, perteneciente a Mauricio Vásquez, el menor de los hermanos. Allí, la PDI descubrió 35.535 libros falsificados, 880 pliegos de papel impreso y 654 tapas de libros.
Pero donde la sorpresa fue aún mayor, fue en el recinto de “Aki KB”, de Nataniel Cox con Alonso de Ovalle. Tal como ocurrió el año 2014 en San Miguel, esta vez el mismo Mauricio Vásquez instaló una imprenta clandestina al interior de tres bodegas que mantenía arrendadas. “En su interior efectuaban todo el proceso de la elaboración de los libros: la impresión, los cortes, el empaste y la encuadernación”, cuenta Ramírez, jefe de la Bridepi.
Allí se encontraron siete máquinas fotocopiadoras, más de 460 mil hojas impresas, más de 170 mil tapas impresas y miles de libros pirateados, perfectamente ordenados por categoría y títulos. Mauricio Vásquez también fue detenido.
El hallazgo fue de tal magnitud, que superó la capacidad, tanto de la PDI como de las editoriales, para almacenar los libros. Por ello, tuvieron que recurrir a la Estación Mapocho, lugar icónico de la Feria del Libro de Santiago, para guardar los textos falsos. Tras ocho días de trabajo, los policías llegaron al número final: 193.523 libros falsificados, los que vendidos en el mercado negro tendrían un valor de $ 2.041.000.000.
Autos, libros y violencia en el barrio San Diego
Los “hermanos Vásquez” son viejos conocidos de la “zona de los libros” en calle San Diego, a tan sólo una cuadra del Palacio de La Moneda. Sin ir más lejos, heredaron el oficio de parte de su padre, quien también tenía una tienda en el sector. Algunos de los libreros que allí trabajan aseguran que Manuel y Mauricio son conocidos por su fanatismo por Colo-Colo, por los tatuajes y por los autos de lujo. Las mismas personas dan como ejemplo el Ford Mustang GT de más de $ 35 millones y la Ford Explorer de casi $ 50 millones que maneja Manuel, mientras que a Mauricio se le ve llegar al sector en una camioneta Chevrolet Blazer RS de casi $ 40 millones, la misma que muestra orgulloso en sus redes sociales.
Pero, al mismo tiempo, los vendedores de la zona piden reserva de sus nombres al hablar sobre los hermanos, particularmente sobre Mauricio, el menor. Y justifican ese miedo con lo ocurrido la noche del 31 de enero de 2017, a tres cuadras, en la esquina de Alonso de Ovalle con Londres.
Ese día, un peatón que iba caminando en dirección al oriente escupió hacia la calle, dando de lleno en el vehículo que manejaba Mauricio Vásquez. Las cámaras de seguridad del sector registraron cómo Vásquez se bajó de su auto y, según consta en la sentencia judicial, agredió al peatón “con golpes de puño y pie en diferentes partes del cuerpo, golpes que en su mayoría recibe en el rostro, resultando la víctima con lesiones consistentes en estallido ocular izquierdo de carácter grave”.
Por ello, en noviembre de 2018 Mauricio fue condenado como autor del delito de lesiones graves a 61 días de presidio, pena que fue conmutada por la prestación de trabajos en servicio de la comunidad durante 81 horas en una residencia del Hogar de Cristo. Pero la agresión no se trató de un hecho aislado y es parte de una serie de actos violentos que han manchado la hoja de vida del menor de los hermanos libreros.